Escribir sobre América Latina, para América Latina, ser testigo de América Latina en la acción o en el lenguaje significa ya, significará cada vez más, un hecho revolucionario. Nuestras sociedades no quieren testigos. No quieren críticos. Y cada escritor, como cada revolucionario, es de algún modo eso: un hombre que ve, escucha, imagina y dice: un hombre que niega que vivimos en el mejor de los mundos. (C. Fuentes, 1972)
La primera de las grandes revoluciones sociales del siglo tuvo lugar en la América Latina.
México estaba bajo el control del dictador Porfirio Díaz y aunque su política económica favoreció el progreso comercial y la producción mexicana, los beneficios se repartían entre los miembros de una oligarquía excluyente.
Para 1910, el 85% de la tierra mexicana le pertenecía a menos del 1% de la población. Los campesinos se quedaron sin tierras y sin trabajo y sufrían a diario los efectos del hambre y la pobreza.
Luego de mas de 30 años en el poder, Díaz hizo un simulacro de apertura democrática y llamó a elecciones ese año. Surgió un oponente poderoso, Francisco Madero, que simpatizaba con la causa de la reforma agraria y contaba con el apoyo del campesinado. Madero fue encarcelado y Díaz obtuvo una victoria electoral por la vía del fraude.
Las protestas y la insurrección campesina no le permitieron al viejo dictador mantenerse en el poder y optó por exiliarse a Francia. Las esperanzas que muchos mexicanos tenían en Madero se vieron frustradas por su incapacidad para mantener el orden. Su asesinato en 1913 desató un torrente de pasiones y cruentas pugnas por el poder que se extendieron por varios años.
De los ejércitos campesinos surgieron grandes líderes militares como Francisco "Pancho" Villa y Emiliano Zapata. En 1917 con el reformista Carranza se redactó una nueva constitución que promulgaba el control público de los recursos naturales, la educación gratuita y la formación de uniones laborales. México recuperó su estabilidad en 1920 con el gobierno de Alvaro Obregón.
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